Todo empieza con la idea de la persona fundadora la cual se materializa en diferentes acciones a fin de poner en marcha el proyecto. Lo importante es empezar por más de que las cosas puedan no salir según lo esperado e ideado. Cuando el emprendimiento empieza a dar las primeras señales de crecimiento, ¿Cómo delegar y confiar en otras personas?
Aprender a delegar es un proceso y puede tener algunas consecuencias.
Es común que la persona fundadora concentre la iniciativa y toma de decisiones ya que es quien dio inicio al proyecto. Desde la perspectiva del equipo de trabajo, podría verse como si quien fundó es omnipresente en el día-día y todo debe pasar por ahí.
La empresa es reciente, joven, y parece ser la única persona que tiene en claro qué hacer, cómo, cuándo, porqué y hacia quién. Sin embargo, es posible que en las primeras etapas del proyecto pueda no haber tanta claridad, propia de ir aprendiendo sobre la marcha, y la fantasía de seguridad sea contraproducente ya que provocará idas y vueltas en el equipo de trabajo perdiendo así algo de eficacia, paciencia, tratos, diálogos y respetos.
¿Será necesario concentrar la toma de decisión es un solo lugar?
Quien emprende debe transmitir las hipótesis y visiones del proyecto para dar lugar a que el equipo pueda aportar y construir desde su expertise. En la comunicación se halla la posibilidad de conocer diferentes perspectivas y es ahí donde inicia el proceso de delegar. Confiar en la mirada de otra persona para dotarla de responsabilidad sobre la ejecución de la idea.
De esta manera se construye un equipo de trabajo capaz de hacer frente a las debilidades del emprendimiento y de la persona emprendedora.
A medida que la persona fundadora va aprendiendo sobre su negocio y sobre la gestión, es entendible que haya poco conocimiento profundo respecto al qué hacer. La vorágine del día es abrumadora y surgen crisis todo el tiempo por lo que es necesario tomar decisiones rápidas más allá de si son o no las correctas ¿Cómo saberlo?
Puede pasar que no haya la información completa necesaria y se apele a las sensaciones, a los instintos, para definir un rumbo. Accionar y equivocarse debe generar un aprendizaje respecto a cómo lo volverías a hacer y, en su mayoría, ese nuevo conocimiento alimenta la falta de información inicial requerida. Una vez más, acá se halla el inicio del proceso de delegación al poder ver lo que necesitas y derivarlo en que alguien más se encargue de ello.
Es inevitable equivocarse. Forma parte del proceso de delegación y es necesario para seguir creciendo.
Finalmente, otra de las consecuencias del proceso de aprendizaje es saber gestionar la tolerancia a los errores y frustraciones. Toda persona puede equivocarse y es recomendable hallar el equilibrio entre una postura estricta y permisiva para cuando suceda.
Delegar alguna tarea en alguien que comete un error dará aprendizaje respecto a cómo manejar esa situación. ¿Qué postura adoptarías? ¿Permitirlo sin decir nada o algo más estricto? Quizás la primera vez te comportes de una determinada manera y luego reflexiones sobre tus decisiones para así ir aprendiendo y sentir más seguridad en la próxima situación.
Los errores y equivocaciones deben suponer aprendizajes ya que determinan la manera en que NO se debe actuar y, eventualmente, configuran el manual de puesto de las personas.
